domingo, 6 de marzo de 2016

INVIERNO


Las viñas de PININO ya están profundamente dormidas y eso que el frío ha tardado en llegar. Como el oso que se mete en su cueva con los primeros fríos para dormir todo el invierno, las viñas también hibernan, dejando por unos meses de existir.


El valle de Montosoli se presenta desnudo, hasta fantasmagórico. Con sus viñas sin hojas y sus sarmientos, algunos todavía sin podar, dan un aspecto esquelético y siniestro al más puro estilo Tim Burton.


Pero no por ello disminuye su belleza. El ambiente bucólico que allí se respira te invita a abrigarte hasta las cejas y pasear entre sus viñas en un día soleado y extrañamente frío de este desconcertante invierno.


Esas viñas de las que solo quedan los palos de sus espalderas y sus desnudos cuerpos aferrados a ellas. Intuyendo, sin prueba aparente, cómo su savia sigue viva en lo más profundo de su cuerpo. Latiendo a la velocidad mínima, la justa para no morir, imperceptiblemente, pero suficiente para sobrevivir.



Caminando entre sus calles, perfectamente delineadas como si las hubieran peinado, vas bajando entre sus viñas hacia el valle, orientado hacia el sur. Tan solo escuchas el crujir de tus pisadas sobre la escarcha depositada en la hierba que nació, confundida por el cálido comienzo de un tardío invierno.


Encuentro las huellas de los visitantes del bosque, que esa noche se adentraron en ellas, esperando, pobres ingenuos, encontrar algún tesoro.



Las viñas duermen, descansan y se preparan para dar lo mejor de sí.


Esperando el momento adecuado para que llegue esa explosión de vida y sacar su más pura esencia, regalando a nuestros paladares otro momento irrepetible.

Dormid, dormid queridas compañeras de viaje. ¡Nos queda mucho trabajo por hacer!


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario.