domingo, 25 de octubre de 2015

SEICHELLES I

“Indiana Jones y el Templo Maldito”

Se abrieron las puertas del avión y penetró un golpe de aire caliente y húmedo que pensé que provenía de una máquina, pero no era otra cosa que el grado de humedad habitual de Mahé, capital de Las Seychelles.


En el mismo aeropuerto, nos subimos a una avioneta que nos trasladó a la isla de Pralin. Al llegar, teníamos esperándonos un buggy que habíamos alquilado. Nos subimos a él y nos dirigimos al hotel.


Las  Seychelles no guardan relación con ningún destino tropical que haya estado. Las infraestructuras están en perfectas condiciones, no hay nada de tráfico y las carreteras están  como recién asfaltadas, pero sin perder ese espíritu autóctono.

Como antigua colonia inglesa y francesa, se reconocían claramente sus influencias. Se conduce por la izquierda, como en toda la Commonwealth y su deliciosa comida criolla está estrechamente relacionada con la cocina francesa.

Ya de camino, tuve la ocasión de percatarme de que había más fauna que en Kenia. Y no me refiero a mamíferos precisamente ¡¡¡sino a insectos!!!

Todo el sistema eléctrico no está enterrado, como la mayoría del cable en Europa, sino que va en postes como en USA. Bien, pues todos esos cables estaban…¡¡¡plagaitos de arañas del tamaño de un puño!!!


Nos dirigimos al Château de Feuilles, El Castillo de Hojas, un hotel escondido en la parte más alta de la isla, muy íntimo y romántico, de la cadena Relais Châteaux, formado por tan solo 9 bungalows y con unas vistas espectaculares a la bahía.



Los bungalows eran cabañas con tejado de brezo típicas de su entorno, con una mezcla de piezas bien elegidas, muy…RECOUPAGE y acogedor.


Intentando relajarme y olvidarme de la fauna autóctona del país, aunque a mí ya me estaban temblando las piernas con tanto insecto, nos tumbamos en las hamacas que teníamos en el exterior de la cabaña.

Estábamos los dos tortolitos abrazados en la tumbona  disfrutando de la puesta de sol y el romántico entorno, cuando se me oyó decir…-¡Mira que pájaro tan grande! A lo que mi chico respondió…-¡Es un murciélago!...

A partir de ese momento supe cómo se sentía Willie Scott (Kate Capshaw) en “Indiana Jones y el Templo Maldito”, pero esa es ya otra historia.

domingo, 18 de octubre de 2015

American Retail

Aleksiejew Handels, Alex para los amigos,
es todo un personaje. Hijo de padre ruso y madre alemana, nació en Düsseldorf y siempre ha sido un espíritu libre. Por no tener, no tiene ni nacionalidad. Viaja con un pasaporte sin país, la cosa empieza interesante, ¿verdad?

Alex es el propietario de American Retail y es un auténtico artista en el arte del RECOUPAGE. Él no crea como lo haría cualquier escultor o pintor, pero tiene la sensibilidad más grande que yo he conocido a la hora de coleccionar. Y colecciona de todo, pero nada que no sean auténticas joyas con una historia detrás.

Muchas de ellas las hemos adquirido nosotros para nuestros proyectos y otras, las hemos comprado junto a él. Es un sabueso de los mercados de antigüedades y lleva toda la vida en ello.

Amigo de mi marido desde hace tanto tiempo que es más educado omitirlo, ha recuperado piezas que en su pasado como empresario de moda había rebuscado para decorar los showrooms de sus oficinas y una vez se desvinculó de ellas, ahí se quedaron. Bueno, pues Alex ha conseguido adquirirlas.


Entre todas las maravillas que tiene, destacaría su impresionante colección de maletas, ¡ya estamos con mis cajitas! ¡¡¡Doctor!!!



Algunas muy buscadas por coleccionistas y en un estado impecable.




Como es el caso de esta, de La Bacagerie.


Sillones...



Estupendos globos terráqueos...



Todo tipo de maquetas...


Proas de barco convertidas en barras de bar...


Hasta un curioso futbolín de hockey, ¿se dirá hockelín?



¡Y un precioso music box en un estado increíble!


Butacas de cine...


Pelotas...


Raquetas...


Esquís...


Cajas de bebidas...


Estrellas gigantes...


Chimeneas, lámparas...¡Todo lo que te puedas imaginar!

Y lo más curioso, su colección de latas de café. Todas sin abrir, con el café en su interior, intacto.


Siendo la de Manhattan la más preciada.



¿No son preciosas? Y como quedarían todas genial; sería en mi cocina, ¡me encantan!

Su showroom es el más bonito que he visitado. Claro que mi cariño hacia él podría falsear mi criterio, pero las fotos no engañan. Si queréis ser exclusivos, ya sabéis donde buscar, American Retail.

domingo, 11 de octubre de 2015

BURDEOS

Hoy vamos a hablar de la Commanderie de los vinos de Burdeos en Madrid. Pensaréis, ¿de qué me está hablando esta mujer? Os cuento, en 1986 se firmó un acuerdo entre la Cámara de Comercio de Madrid y la Cámara de Comercio de Burdeos, junto con los ayuntamientos de ambas ciudades, para crear la Commanderie de Madrid de los vinos de Burdeos. Esto no fue posible hasta que firmamos la adhesión de España a la UE.


La Commanderie es una asociación ligada al Gran Conseil des Vins de Bordeaux. Esta asociación está  formada hoy en día por 52 miembros, de la que tengo la suerte de formar parte y en la que fui entronizada gracias a la invitación de mi querido amigo Daniel de Busturia, Maître territorial para toda España y Canciller de la Commanderie de Madrid.


En ella conseguimos conocer en profundidad el vino de Burdeos mediante cenas y viajes a su región, visitando los châteaux y conociendo por medio de sus propietarios los diferentes sistemas de elaboración y degustando los caldos de esta zona vinícola de Francia.

Ha sido realmente complicado encontrar ubicación a este post. ¿Dónde lo debería colocar? ¿En Moly va de...espía? Ya que nos sirve de reciclado al ver otras formas de elaboración. ¿A Moly va...silbando al trabajar? Puesto que se trata del mundo del vino, o ¿A Moly va de...viaje? Al final me decanté por esta última ya que para mí son unas estupendas vacaciones las escapadas, meteóricas y agotadoras, que nos hacemos a este lugar.


Aterrizamos en el aeropuerto de Burdeos y allí nos estaba esperando un autobús para empezar nuestra excursión.


Dependiendo de la zona de Burdeos que vayamos a visitar, nos alojamos en un lugar u otro, cercano a estos châteaux. En esta ocasión, al tener programada la zona de Sant-Julian nos hospedamos en el Château Beychevelle.


Este château recibió el nombre de Beychevelle por su propietario, el Gran Almirante de Francia Jean-Louis Nogaret de la Valette. Hombre poderoso de aquella época, del que cuenta la leyenda que todos los buques que pasaban delante de su palacio debían bajar sus velas en símbolo de lealtad y respeto.


No vayáis a pensar que este viaje es todo placer, no, no, no. Estos viajes son de un máximo de 3 días en los cuales visitamos entre tres y cuatro châteaux por día. Esto significa, que después de 36 horas hemos visto entre seis y ocho châteaux con el consabido tour técnico, comida y bebida, lo que a esas alturas del viaje empieza a ser un problema. Pero nosotros somos unos profesionales y no le tenemos miedo a nada. Así que según llegamos, nos preparamos para ir a cenar al primer château. Este fue Château Batailley.


Estaba anocheciendo y el paisaje era precioso.


Comenzamos la degustación en la bodega, para pasar a visitar todo el proceso de elaboración...





Terminando con una cena junto a los propietarios.



Volvimos a Beychevelle no muy tarde, para reposar nuestros humildes cuerpos, porque el día siguiente prometía ser largo e intenso.

Me levanté temprano para aprovechar y hacer unas fotos a este lugar, considerado el Versalles del Medoc. Aunque no pudo mostrar totalmente su grandeza al estar preparandose una fiesta en sus jardines.





Una vez estuvimos todos preparados, nos dirigimos al segundo château, Cos Labory, en el que hicimos un tour por la bodega y terminamos en la sala de degustación.



Después nos marchamos al siguiente château, Leoville-Barton, propiedad de tres generaciones de mujeres, cada una con su estilo, realmente particular.


Tras recorrer todas sus entrañas técnicas, con la particularidad de realizar las fermentaciones en madera desde tiempo inmemorial, nos invitaron a la sala de degustación, que se encontraba al final de la sala de fermentación.



Después dieron una copa de champagne en sus jardines, dándonos la oportunidad de disfrutar de uno de los châteaux más bonitos del viaje.



Una vez disfrutamos de la comida que nos ofrecieron estas tres mujeres, nos marchamos hacia nuestra siguiente visita, como comprenderéis, un poco escorados pero contentos.


La siguiente parada fue en el Château Branaire-Ducru, precioso palacete con una de las orangeries más bonitas que he visto.



Y una vez más, recorrimos una nueva bodega, con sus propias técnicas de elaboración.

Después de este día tan intenso, pensareis:"¿Se fueron a dormir?" Pues no, nos esperaba la última visita del día, en el propio château en el que nos hospedábamos, Beychevelle. Allí sin perder un minuto, nos preparamos para la última visita del día.


Fue una de las catas más agradables del viaje, junto con Château Batailley, y eso que tenía ya el paladar agotado.


Al día siguiente teníamos la mañana libre, ¡oh oui!!!! e hicimos un plan estupendo, visitar un mercado. Aquí en España se utiliza la expresión de "Vivir como Dios", pero fuera de nuestras fronteras se utiliza otra que la supera, " Vivir como Dios en Francia", creo que con esto habréis entendido el concepto. En Francia les gusta vivir y saben cómo hacerlo.









Mientras yo estaba como loca haciendo todo este reportaje, a uno de mis más apreciados compañeros commandeurs, que siempre toma sabias decisiones, se le ocurrió pedir en el propio mercado que enfriaran un par de botellitas y que las acompañaran con unos aperitivos. Este fue uno de los broches del viaje, todo hay que decirlo.


De allí, escorados de nuevo, nos dirigimos a nuestra última visita, el Château Phélan Ségur. En él, nos mostraron todo el proceso de elaboración y envejecimiento y finalizamos con un almuerzo.




Al acabar, nos dirigimos a nuestro Château para recoger nuestro equipaje y regresar a nuestras humildes y rutinarias vidas.


Pero esto no va a quedar así, ¡volveremos!