domingo, 30 de abril de 2017

Un destino conocido


¿Sabéis a dónde me dirigía?


¿Kioto?


¿Osaka?


¿Tokio?


Pues no, Düsseldorf.


Es allí donde esta instalada la colonia japonesa más grande de Europa, con nada más y nada menos que 11.000 japoneses.


Son ya muchos años que se instalaron diferentes empresas japonesas, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, con el fin de importar a su país la maquinaria alemana necesaria para reconstruirlo de nuevo. A día de hoy, son más de 450 las empresas instaladas en esta ciudad.


Hace tiempo que comencé a disfrutar en mis visitas a esta ciudad de los mejores sushis, cuando en Madrid se contaban con los dedos de una mano los buenos "japos". Pero como siempre que íbamos a cenar a este barrio, todos los negocios estaban cerrados, no llamó mi atención esta zona hasta esta ocasión.

Tanto por razones familiares, como profesionales, Düsseldorf es un destino que he visitado a menudo.  De hecho ya os he ido contando en mis diferentes posts sobre esta ciudad.


Desde que empezamos con el proyecto de la bodega de PININO en Montalcino, solemos alojarnos en el hotel Lindner, por la cercanía al Messe, recinto ferial de Düsseldorf y donde se hacen las ferias más importantes, como BOOT, la más grande del mundo de náutica y por supuesto PROWEIN, una de las más importante ferias de vino del mundo, como ya os conté en mi post de PROWEIN'16 y para mí la mejor sin duda.


Esta vez decidimos hospedarnos en otro hotel de la misma cadena, pero en plena ciudad. Este no era otro que ME AND ALL HOTEL, en pleno Little Tokio.


Cuando llegamos al hotel ya nos dimos cuenta de que este no iba a ser un PROWEIN como los otros. Al entrar a la recepción descubres una decoración llena de personajes japoneses, con un equipo muy joven, vestidos casual con jeans y camisas a cuadros, que te reciben de forma desenfadada.


Mientras esperas tu turno en la recepción, puedes echar una partidita en el ping pong que hay en el mismo lobby. O cuando el hambre aprieta, comprarte un poco de sushi en la misma recepción del hotel a cualquier hora del día y de la noche.



Por las mañanas, sus desayunos en la última planta del hotel te regalan unas vistas espectaculares a la iglesia de St.Mariä Empfängnis.


El poder recorrernos el barrio fue fantástico.

Cuando viajamos a JAPÓN, entre el poco tiempo que teníamos antes de empezar a trabajar y el jetlag, nos quedamos francamente frustrados por todo lo que esa ciudad tenía que ofrecernos y no tuvimos la oportunidad de conocer. Pero tan cerca de casa, poder disfrutar de su cultura tan intensamente fue un lujazo.

A parte de los restaurantes,



negocios de alimentación



y take away,


puedes encontrar desde inmobiliarias,


agencias de viajes,


negocios manga,


librerías,


moda,


tintorerías,


y mil cosas más,



sin un solo negocio occidental por el camino que te hiciera recordar que no estabas en Japón.


Lo más difícil fue decantarte por cuál sería el próximo destino para comer.


Aunque algunos eran difíciles de probar, ya que a cualquier hora estaban a tope.



Lo que no dejamos de hacer fue visitar a nuestro amigo Alex, para descubrir más joyas en su American Retail.





El próximo año pensamos repetir y llevaré espacio en mi maleta para traerme todo lo que no pude traer en esta ocasión.

jueves, 13 de abril de 2017

fismuler



¿Habéis probado ya fismuler? ¿no? Mucho estáis tardando. Va a hacer casi un año que RECOUPAGE anduvo por allí.





El Grupo LA ANCHA, con su TATEL, Las tortillas de Gabino, La Ancha o La Gabinoteca, entre otros, son su tarjeta de presentación, ¿os vais ubicando?


Nino Redruello y su socio, el chef Patxi Zumárraga son los presuntos culpables de este delicioso lugar.


Nuestra querida e incombustible Alejandra Pombo, junto con el estudio de Arquitectura Invisible, decidieron contar con nuestros materiales y profesionales para poner en pie este gran proyecto.


Es un restaurante fuera de lo común que cuenta con una decoración muy fresca, con influencias del norte de Europa: 


con grandes mesas compartidas, 



materiales básicos como la madera recuperada y el hierro, 



sus "Nobarras", barras pegadas a las paredes, donde terminan los platos delante de los comensales y unas paredes salidas como de una explosión, 



que dejan el local diáfano y desnudo, sacando de lo más profundo el alma del local, ubicado en un edificio con más de cien años de historia. 



Aun siendo un semisótano, cuenta con una increíble luz natural.





El menú se basa en la calidad del producto y la simplicidad de sus platos, creados como resultado del viaje que estos dos monstruos realizaron por Europa. 



Para empezar, mientras esperas tus platos, te deleitan con una deliciosa mantequilla sin pasteurizar y un plato de brisket con un macerado muy particular que está de muerte.


Yo siempre empiezo por la mousse de erizo, que me vuelve del revés.


Además de sus huevos con trufa, sus garbanzos con ternera y cigalas o su ventresca, puedes disfrutar de unas alcachofas con angulas de monte y berberechos,


merluza rebozada con puerros a la brasa,


y mi soñado steak tartar, con su toque cajun.


De postre siempre puedes disfrutar de su tarta de queso,


pero yo me decanto por el soufflé de chocolate, que es para llorar.




Para terminar, el café infusionado que nos ofrecen, quizás no sea el más delicioso, pero sí el más sano y con una bonita presentación.




Y después de esta experiencia, ¿un digestivo de Moisés Polanco?



El restaurante fismuler, en c/Sagasta, 29 es la suma de un grupo de enamorados por su trabajo y llenos de talento. Ya me contarás.