domingo, 27 de septiembre de 2015

La Vendimia

Por fin llegó el momento, la uva está en su punto preparada para ser vendimiada. El trabajo de todo un año llega a su fin. Ha sido una gestación de muchos meses, unas veces mirando el suelo y las otras mirando al cielo.





Nos dirigimos a la bodega por el camino de colinas y cipreses que vienen a recibirnos y nos acompañan desde Siena hasta nuestras viñas.




Mientras cruzamos este maravilloso paisaje se perciben los nervios en ebullición de todos los viticultores de la zona.

Ha sido una lucha de supervivencia. En Montalcino las reglas del juego son muy duras. No sirve sólo con tener una buena tierra o una buena ubicación. No se puede regar, solo pueden subsistir con lo que caiga del cielo y, en la poda en verde, todo lo que supere 1,2 kg por planta se tira al suelo. Tan sólo quedan los mejores racimos. Ellos son los vencedores.



Todos estamos ya listos para empezar la vendimia, como si estuviéramos en una contrarreloj. No podemos perder ni un segundo. Lo mismo que si de un baile se tratase, la coreografía de todos sus participantes está ensayada. Y ahí estamos, preparados para esa sincronización. Cada uno de nosotros sabe cuál es su labor para que la uva llegue en un estado óptimo a la bodega.


En el momento en que la uva da sus mejores notas, se da el pistoletazo de salida.


Todos se lanzan a las viñas a recoger el resultado de su duro trabajo.



En cajas pequeñas para que las uvas no sufran, tratándolas con delicadeza, como al bebé que son, ese que hemos gestado durante todo un año.


Para que estas no se rompan y expulsen su esencia, deben llegar enteras a la bodega, para que no se oxiden y den lo mejor de ellas.


Stefano, nuestro cantiniere, ya tiene todo preparado para hacer la última selección de calidad antes de introducir las uvas en los depósitos de acero.




Esta empieza a llegar y se hace una segunda selección, ya en la bodega. Van eligiéndose los depósitos según los criterios ya establecidos previamente en esta vendimia, de ubicación y maduración.


Y así van pasando los días, levantándonos antes del amanecer y trabajando hasta el anochecer. Rezando para que no aparezca una gota de lluvia que pueda alterar los niveles que hemos conseguido.


Los depósitos se van llenando y a su vez las levaduras comienzan a obrar el milagro de transformarlo en crisálida.



Una vez hayan terminado sus fermentaciones, lo introduciremos en botte de roble de Garbellotto, que son fudres de roble de Eslavonia (Croacia), para que descanse en la bodega y envejezca con elegancia y delicadeza, cuidando a nuestra criatura, hasta que lo pasemos a botella y comience a caminar al quinto año.



Cuando entra la última caja de uva en la bodega, las miradas de satisfacción se cruzan y junto a una sonrisa se comparte la felicidad por el trabajo bien hecho.



¡Bravo, familia PININO! Sigo aprendiendo cada día algo nuevo con vosotros, sois los mejores. ¡Gracias!


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