domingo, 6 de diciembre de 2015

SEYCHELLES II

“Indiana Jones y el Templo Maldito”

¡Un murciélago!  ¡Enorme! Y además….¡¡¡Rubio!!! Esto último parece una tontería, pero no lo es, parecen… humanos  ¡uuuggg!

Llegué a la cena en estado de shock, pero fue gracias precisamente a ella por lo que me recuperé, absolutamente deliciosa. Tenía como ingrediente principal los fruits de mer, acompañados por exquisitas salsas interpretadas al estilo criollo.

Entre la magnífica cena y la chispa que me dio el vino, volví al bungalow con otro ánimo. Entramos en la habitación y vi que habían preparado la cama y colocado un incienso en espiral. ¡Qué detalle, qué mono!, pensé. Nunca había visto este tipo de incienso, por lo que no sospeché que era un insecticida.

 ¿Y para qué? Os preguntaréis. Pues no lo supe hasta que nos metimos en la cama y miré hacia el techo… ¡¡¡Todo él estaba plagado de bichos de todas las formas y colores!!! Lo más impactante eran unos escarabajos verdes que apenas, podían volar de lo gordos que estaban y, cuando lo hacían, sus barrigas duras chocaban contra el techo de madera, haciendo una especie de chasquido…tagg tagg… Me tapé la cabeza con la sábana e intenté dormir… ¡¡¡Buuuuuuaaaaaaahhhh!!!

Después de haber pasado la noche tapada hasta las cejas y rezando para que ningún compañero de habitación, salvo el que tenía a mi lado, me cayera encima, llegó un nuevo día. Fuimos a desayunar y nos preparamos con mochilas para toda la jornada, que mi chico advertía que iba a ser larga.


Sacamos el  mapa y vimos que las dos playas principales eran Grand Anse y Petit Anse. Nos dirigimos a una de ellas y en el trayecto  tuve el honor de  ver de nuevo todos los cables llenos a rebosar de nuestras amigas arácnidas. Eso estaba más lleno que  el cierre del Ushuaïa.

Llegamos a esa maravillosa playa y a mi chico, que es un auténtico aventurero, no como yo, le pareció que había demasiada humanidad allí y que debíamos cruzar una montaña a través de la poblada vegetación, ¡iiiiiiiiiiihhhh!


Pero vamos a ver, ¿demasiada gente? ¡Pero si no había más de 20 personas en 500 metros de playa! Él, como guiri cool que es, no ha vivido el calor humano de Benidorm, ¡ains! En fin, nos encaminamos al sendero que, cuando dejaba de serlo, él pegaba un hachazo y lo despejaba.

Entre suspiro y suspiro de amor por mi Indiana Jones, se oían mis gritos cada vez que me rozaba una rama o se me posaba un elefante con alas. Él, solo se giraba de vez en cuando, con cara de enamorado y partido de la risa con mis fobias.

Por fin llegamos a nuestro destino y he de reconocer que el suplicio mereció la pena.











Nos encontramos en uno de los lugares más impactantes en los que he estado. Una cala de arena tan blanca que deslumbraba, con  un agua azul turquesa maravillosa, un oleaje divertidísimo y unas inmensas rocas de granito que son la característica principal de este archipiélago.



Fue un día inolvidable. Disfruté tanto, que no me pareció tan duro tener que volver a pasar por aquella jungla. Ya habría tiempo de seguir gritando…Ayyyy, querida Willie,  ¡¡¡cómo te entiendo!!!


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