domingo, 10 de enero de 2016

JAPÓN II

                                      "El imperio del sol naciente"

Así que, según llegamos, nos fuimos directos a los dos barrios más conocidos de Tokio, Shibuya y Harayuku.


El barrio de Shibuya es una de las principales zonas comerciales de Tokio, conocida también por su peculiar cruce de pasos de cebra y por la triste historia de fidelidad del perro Hachiko.




No hace falta decir que nuestra dieta se basó en sushi, sushi y sushi...y un poco de kobe, ¡kanpai!


Otra peculiaridad de este barrio y de todos los barrios de Tokio es la tranquilidad que encuentras en ellos en cuanto te trasladas a una calle paralela. 


El centro comercial más conocido es el Shibuya 109 y otro que no recuerdo el nombre, pero no tiene pérdida. Con unas escaleras mecánicas, rodeadas de espejos como única entrada y que se han utilizado como escenario en diversos videoclips, en la misma plaza de Shibuya.


En cuanto a Harayuku, es más…pintoresca. Cuna de todos los movimientos creativos de moda, es punto de encuentro de todos esos jóvenes que crean su propio estilo y despliegan su creatividad con los distintos estilos: rockers o niñas “manga”, con sus tutúss y accesorios inimaginables. ¡¡¡Ambientazo total !!!

Nuestro hotel estaba en frente de “Los jardines del Emperador”, pero estaban cerrados por mantenimiento. Y con un solo día para escaparnos por la ciudad no tuvimos tiempo de ver mucho más.


Y comenzamos nuestros tasting de PININO, tuvimos oportunidad de conocer a todo tipo de clientes desbordando interés por el Brunello di Montalcino. Gente joven repleta de curiosidad, como nosotros. O personas mayores con gran conocimiento en vinos de guarda. Las personas mayores son mucho más reservadas y distantes, nada que ver con los jóvenes sonrientes, comunicativos y deseosos de conocer y aprender.



La expresión corporal demostraba el tipo de trato que había de vendedor a cliente, no dejando nunca que su cabeza superara la del cliente. Siempre agachados y sumisos, los vendedores no paraban de hacer mil reverencias, seguro que terminaban con los lumbares destrozados.



Después de cada tasting, daban una cena para los clientes con los productores de cada bodega.



Y volvía a aparecer la dualidad del Japón tradicional con el cosmopolita, de nuevo la mujer japonesa, delicada, frágil y elegante, daba paso a la moderna e independiente.



A veces sola y otras acompañada, con pareja o con amigas, con ese aura especial. Algunas pizpiretas, con las mismas ganas de hacerse fotos con nosotros, como nosotros con ellas. Sobrepasando, alguna picaruela, la zona de seguridad en cuanto tenían ocasión, ¡me encantaron!


Después de tres días de tastings en Tokio, nos marchamos para Kyoto en el tren bala. Si os impactó como a mí el respeto, orden y organización con el que hacían cola después de la tragedia de Fukushima para recibir alimento, ya imaginaréis como eran esas colas para subir al tren de alta velocidad. Para mí, Japón, es la Suiza de Asia, precisa, ordenada y cívica.


En esta parte del viaje hay poco que contar. Desgraciadamente, si en Tokio vimos poco, en Kyoto conocimos menos. El tren bala paró en la estación central de Kyoto, donde subimos a otro que ya formaba parte de la red de metro de la ciudad y nos dejó directamente en el interior del centro comercial donde estaba situado nuestro hotel y lugar del tasting, en donde nuestros importadores tenía uno de sus locales de la cadena de enotecas que poseen.


Y empezamos con la cata...


Mi querida intérprete, Atsuko, me salvo en más de una situación complicada.


Eso sí, vimos Kyoto desde las alturas. Nuestra habitación en la planta 22º, nos ofrecía unas vistas espectaculares del skyline de la ciudad.


Ya quedaba poco de nuestro viaje, pero todavía ese país nos regalaría una belleza más.


Nos levantamos temprano para volver a Tokio y coger nuestro avión de regreso a casa. Esta vez el traslado de Osaka a Tokio lo hicimos en avión y durante todo el trayecto estuvimos acompañados por el hermoso Monte Fuji, que junto con el Kilimajaro han sido dos de los paisajes más bellos y mágicos de mi vida.

Y aquí acabo nuestro viaje, de Tokio volvimos a Helsinki y de Helsinki a casa. No pararé hasta volver a ese país que tanto tiene que ofrecerme y tanto me queda por conocer. El Imperio del sol Naciente.

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